La Silla de Felipe II

 

Pensar que la llamada “silla de Felipe II” fue mandada construir por el monarca para controlar la marcha de las obras del monasterio de El Escorial es algo tan absurdo que salta a la vista simplemente visitando el lugar. Existen muchos puntos en posición dominante y más cercanos al monasterio desde los cuales se podría observar la marcha de las obras con mayor precisión.

Cierto es que los asientos tallados en la roca están orientados hacía el monasterio  y es más que probable que quienes realizaron esta obra la orientasen hacia el enclave sagrado situado en la ladera del monte Abantos; pero, desde luego, eso fue mucho antes de que Felipe II pensara en la construcción de su magna obra.

El llamado “canto gordo” lo podemos localizar dentro de la denominada finca de la Herrería. Es una gran piedra granítica con una plataforma tallada sobre ella y tres asientos o sillas, también talladas en la roca, que se orientan hacia el lugar de la ladera del monte en el que se levanta el monasterio de El Escorial. La roca se encuentra situada sobre un vórtice de 24500 UB. Este vórtice se localiza en la plataforma que hay frente a las sillas. De hecho, al sentarnos sobre ellas, estaremos bajo la acción energética del Octógono Radiante que forma el vórtice a su alrededor.

 

 

Este altar cobró popularidad gracias al cuadro del pintor Luis Álvarez Catalá “La silla de Felipe II en el Escorial”, que en 1925 fue impreso en el reverso de los billetes de 100 pesetas.  

 

                

 

Teniendo en cuenta que vetones y carpetanos poblaron estas latitudes, no es ilícito pensar que este altar pueda ser obra de alguno de estos pueblos. Incluso si queremos, podemos encontrar cierta similitud entre este altar y el del castro de Ulaca, en Solosancho (Ávila), atribuido a los vetones (pueblo prerromano de cultura celta que habitaba el oeste de la península ibérica). Otro lugar similar lo encontramos en La Nava del Barco (Ávila) y su santuario rupestre; en este entorno hay una piedra a la que llaman el “Umbo” con tres sillas talladas, similares a las del “canto gordo”.

 

                      

              

La sierra de Madrid guarda preciados rincones de gran importancia telúrica. En los alrededores de la “silla de Felipe II” se encuentra la ermita de Ntra. Sra. de Gracia, situada, ¡cómo no!, sobre un vórtice también de 24500 UB. La distancia entre ambos vórtices es de unos 500 metros; por lo tanto, estos vórtices no convierten la zona en un Lugar de Poder, ya que para que esto suceda los vórtices se han de encontrar mucho más cercanos entre sí.

    

                 

 

Como dato curioso cabe señalar que cercano al acceso a la “silla” hay un monolito o menhir. Al parecer es más reciente que el conjunto. Se sitúa sobre un vórtice menor, un Punto de Meditación de 11500 UB.

Cercano a la ermita hay un crucero que también ha sido colocado sobre un Punto de Meditación de 11500 UB. Tampoco lleva siglos en el lugar. Considero este dato al menos curioso.

 

  

 

A unos Kms. de la “silla” se encuentra otro altar, quizás más antiguo y menos conocido que el anterior; se trata del “Canto Castejón”. No lo he visitado, ya que se encuentra en una finca privada con ganadería brava. Por las fotos que encuentro, puedo afirmar que al menos hay un vórtice de 19500 UB; puede que haya dos (para poder confirmarlo necesitaría visitar el lugar o al menos disponer de fotos más precisas).

 

                                 

 

Pero volvamos a la “silla”. No tengo la más mínima duda de que Felipe II conocía perfectamente este y otros enclaves energéticos, y de que le gustaba visitar el lugar; pero no creo en absoluto que su construcción deba ser atribuida al monarca.

Sentarse en la “silla” a contemplar las vistas y disfrutar del lugar es un capricho que todos  habríamos  de experimentar al menos una vez en la vida. Contemplar desde este vórtice el lugar sagrado de la base del monte Abantos, ese donde la energías de la Madre Tierra convergen para convertirlo en un lugar pocas veces repetible en nuestro planeta, el mismo que supieron descubrir para que Felipe II realizase su magna obra, es una experiencia que merece la pena sentir. Intentar ver más allá de las razones que llevaron al monarca a elegir este lugar para realizar su sueño, sin duda es otra historia.

 

   

 

                                                  Epifanio Alcañiz

                                                      Investigador de las energías telúricas

 

www.radiestesiaysalud.com

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